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Ilustracion tres 1

ellas y ellos

Ilustracion tres 1

Copyright Andrea Paola Castillo Instagram

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La comedia de Dios: el viejo traje del emperador

01/01/2020

Me confronté a ésta película por insinuación de alguien. De ese desconocido con el que compartimos el tiempo infinito de un week-end, de pasión y de emoción y de desencanto súbito. No pensando en amor eterno, sino sólo en ese placer de cuerpos que se conocen y que se acompasan a los pensamientos que poco a poco se empiezan a revelar y que rápidamente se empiezan a rebelar también, con más desencanto que entusiasmo. Recuerdos de un placer pensado, imaginado, proyectado, exactamente eso… Mi intuición es que se trataba de un artista torturado. Torturado por adecuarse a ese rol del artista torturado. Cuestionando cada uno de mis pensamientos, deconstruyéndolos y mezclando para ello la teoría francesa, con la alemana y con algo de su propia creación. Por vocación. Creyendo que la constatación de la muerte de Dios entrañaba todavía algo de sublevación o de anarquía o de rebeldía. Creyendo que la insurrección de la que se creía dotado debía ser un carácter absoluto de su genio.  O que la construcción de su obra y del concepto de belleza que lo animaba se hacía a expensas del mundo, de éste mundo, sólo por el efecto de su sola verdad.

Me la describió como un chef d’œuvre. La comedia de Dios de João César Monteiro, João de Dios (alter ego de algún pequeño delirio de grandeza, aunque honestamente, a éstas alturas, quien podría reivindicar un nombre parecido?), habla de estética, de subversión, me decía. Los críticos iban aún más allá. Una propensión al genio. Un sátiro irreverente. El fiel reflejo del expresionismo alemán. Los estudios, iban aún más lejos: hablaban de subversión social y de culto a lo femenino… culto a lo femenino? Subversión social? La historia es netamente masculina, contada por un hombre venido a menos o a más, los delirios de un heladero y la estética de un juego de niños, de un “ritual” entre una de niña de catorce años y un viejo que colecciona vello público. Si la comparación con Nosferatu aguanta es sólo por su figura lánguida y alargada. El vampiro es una figura mítica en la historia del cine y Mourneu le acordó ese carácter único que ha hecho sobrevivir tanto al personaje como al mito. El Nosferatu de Monteiro, no es de ninguna manera una exaltación, es más una sublimación porque se reduce a las fantasías de un viejo que da vía libre a su deseo. Ni con una alta dosis de sarcasmo podríamos pensar en un culto a lo femenino. Un deseo, egoísta y pedófilo que no sacraliza ningún femenino sino que lo violenta, sacralizando justamente esa imagen que el más intríncado patriarcado erige como el culto a lo femenino. Porque no es la mujer que expresa su deseo, la mujer es apenas una niña que se presta a un juego del que apenas comprende su envergadura. Ni el castigo que sufre el protagonista al final a manos del padre de la niña puede quitarnos ese sinsabor de que ese viejo nos compartió, mejor, nos impuso, su simple deseo. Soy redundante porque la película es redundante en cuanto a eso. Lo deja claro. Cuando se lo dejé claro a la persona que me había recomendado la película, la lista de adjetivos fue larga para calificar mi parecer: inocente, ignorante, sin estética, una opinión de alguien que no conoce el séptimo arte. Era de esperarse, concluyó con una suerte de conmiseración, atribuyendo mi incomprensión a mi herencia católica. Está en tus venas, me dijo, recalcando eso como una gran diferencia entre el y yo.  Ves a Dios en todas partes y eso te impide otro tipo de crítica – me dijo. Pero la película se llama justamente la Comedia de Dios repliqué…

En Francia, en éste momento, la actriz Adèle Haenel denuncia el acoso sexual y los manoseos de los que fue víctima de parte del director de cine Christophe Ruggia, cuando tenía 13 años y actuaba en su primera película. Les Diables. Exacto. Los Diablos. Pero no justamente por el perfil irreverente y contestatario, sino por la provocación. Pero una provocación que era la suya propia, la de él, en primer y único lugar. Su egocentrismo y su deseo que lo llevaron a concluir que él la había descubierto. Adèle nos lo aclara, sin embargo: “Ruggia cree que fue el hombre que me descubrió pero fue el hombre que me destruyó”. En femenino. La historia de ella, de todos los sentimientos atesorados durante todos esos años tratando de entender, en silencio, lo que le pasaba, lo que pasaba por su cabeza y por su cuerpo. . Y que no merecía, y que no entendía. Dándole formas. Torturándose con todas las culpas que se echó encima.

Cuando era niña mi madre solía leerme un cuento: el traje nuevo del emperador de Hans Christian Andersen. Un cuento para dormir. Aún recuerdo lo esencial o lo que me pareció esencial tal y como quedó grabado en mi memoria. Porque hay cosas que se quedan indefectiblemente grabadas en la memoria. Son huellas.  Un hombre rico y que dirigía un país o una región y que tenía el respeto de su pueblo, anunció que le habían confeccionado un nuevo traje. En una ceremonia colectiva había planeado presentarse con su atuendo. En el día señalado, en medio de un desfile, el hombre se habría paso entre la admiración de la gente que no dejaba de elogiarlo.  A medida que mi madre me leía el cuento y más adelante cuando yo misma lo leía, me gustaba contrastar las imágenes con el relato para reparar lo que era evidente y que finalmente vino por boca de un niño: está desnudo. No lleva traje. O el traje era invisible. En el relato, la gente lo repetía sin querer por tanto asumir la responsabilidad: un niño dice que está desnudo, que el emperador está desnudo. Tal vez ha llegado ese momento de anunciar a gritos que aquellos que se toman por emperadores, que necesitan del elogio del pueblo o de sus pares, están desnudos, que no hay más traje estético que los cubra, que ya no hay juego, simplemente porque no existe. El momento de le evidencia simplemente. Sin miedo.

La metáfora del árbol bien amado....Beloved Believes

06/07/2019

Todo lo que el árbol representa

La forma del árbol

La forma tallada del árbol en su cuerpo, como la sentencia de Kafka

Como la maldición, como la muerte: Erinias presentes y Furias que no encuentran calma en la forma de amor postergado

 A las que pudo escapar, de las que pudo escapar, de las que no puede escapar

La fuerza, la raíz, las raíces,

La forma del árbol, con cada una de sus ramificaciones

Haciéndose cuerpo, siendo un cuerpo

Recuerdo doloroso, pasado, presente y futuro de sí mismo

Que no se extingue porque está moldeado a su altura, para ella, es ella misma

Que duele en las entrañas, como la leche derramada

La leche para dar, para ofrecer, la leche de la hospitalidad de Rose of Sharon…

O la leche de la hostilidad, perdida, no pedida de Sethe

Por generaciones vaciada, vaciados, frutos secos,

Dejados del lado del río para que su fuerza arranque toda su podredumbre

No la del río sino la de ella

Ya no caen, aún es demasiado pronto o ya es demasiado tarde

Nunca en el entre-dos del ritmo, de la poesía

Tantas veces atravesada y violentada que le es imposible rendirse al olvido

Árbol de la locura, donde juguetean la vida y la muerte…

Inextricables, insoportables y dulces como Beloved

O la Mujer vacía – mujer habitada Lavinia

Reflejo del árbol que le da vida, su gemela

Para sacar de él toda la fuerza…de ella

De la guerrera que la habita…impenetrable y accesible

Haciendo que lo inexorable tome el dulce sabor de la naranja en las mañanas

De un destino presentido en lo más profundo de su corazón

Lugar visible e invisible para la excelencia

Presencia de la que ya no sé puede escapar

Constitutiva y triste

Beloved, mil veces beloved

Abrazando el destino y  lo que no se quiere

Y haciendo del amor eso que ya no (se) destruye

Pero que ha dejado a su paso sólo escombros

Así tú Beloved Sethe Lavinia…así tú

 

Caída queda: El infinito en la palma de la mano

24/04/2019

En un bello accidente de procrastinación me crucé con el libro de Gioconda Belli. Autora muchas veces presentida, con cuya literatura tuve sin embargo un encuentro tardío. Tardío en relación con qué? De hecho, creo que ha llegado en el momento justo cuando ya se han desaprehendido tantos caminos de años atrás, sin tanta euforia, aunque con la misma sangre en las venas. En mi caso, por lo menos. El infinito en la palma de la mano empieza con el inicio: la creación, la caída, el exilio, la nostalgia del no regreso. Gioconda Belli nos anuncia que su creación, la de la novela, obedeció a tiempos que no quería desperdiciar en alguna biblioteca desconocida y apócrifa. Mejor, llena de aquellos textos apócrifos, acallados en cuanto a los detalles de la historia, de esa historia en particular que como todos esos relatos y mitos sigue aprendiéndose en el camino. Habría mucho más que eso seguramente. Están pues delineados los protagonistas: Adán, Eva, la Serpiente, el Jardín,  el conocimiento y finalmente el Creador. Todos los elementos que en otro tiempo, aquel de revoluciones a gritos y de cambios de piel coléricos, me hubiesen llevado al desdeño o a no conceder oídos sino a la serpiente, esa, la Serpiente emplumada. ¿Pero acaso no es la historia de Adán y Eva, una historia que admite más que lo que nos han querido develar? Esa es principalmente la historia contada por Gioconda Belli: la del darse cuenta o no, la del conocimiento finalmente que se quiere esencial para algo.  Con una prosa ágil, preciosa en su ligereza, ella describe con increíble exactitud el sentimiento de lo que queda frente a lo irreconciliable, la exuberancia que queda. A pesar de la pérdida, o precisamente por la pérdida.  De lo que queda con toda la incertidumbre y la belleza y la incertidumbre de la belleza. Sin ahorrarnos el desarraigo, y la melancolía, esa de perder lo que no se sabía que se había tenido en algún momento. Haciendo el duelo en la marcha, mientras se marcha en un destino ya maculado. Un descubrimiento, una primera vez, la sensación de totalidad, todo ello envuelto en metáforas que se despliegan como sus objetos: el mar, el cielo, la espesura de los bosques…

Esa primera mujer Eva, viene cargada con el peso de la culpa pero también de la redención. Culpa que se convierte poco a poco en destino ineluctable. En alivio para él, ella, Eva, autora material que quita la vida y que da la vida. Mar abierto con todas las turbulencias y el peso de la Luna y la fuerza de sus aguas. Del otro lado, está el Creador, Elokim, un ser que duda, dudoso, del que conocemos sus designios ambivalentes y ambiguos a través de la Serpiente o de una voz interior que se revela en pequeñas dosis: confuso, dador de libertad y de incertidumbre en las mismas proporciones; poderoso y silente al mismo tiempo, caprichoso e implacable en todo su Ser, creador de mundos y constelaciones y seres y  olvidos a la medida de sus mundos, que consumen todo su tiempo, que es eterno. Sin embargo, perdido en los detalles o tal vez en esos mismos universos, aburrido a veces, juguetón, es finalmente la Serpiente que se asume como víctima de sus designios y a la vez su contraparte, la serpiente guía, la serpiente serena que no escapa sin embargo a las trampas, que intuye e interpreta para la pareja de mortales. La historia de un amor y de un desamor, y de un encuentro y un desencuentro, despojada de toda moraleja rehabilitadora desde el punto de vista moral. O casi. Porque queda la huella, la escritura en la piel, el miedo hecho juicio, el miedo como modo de razonamiento.

Habrán tal vez mil otros relatos que reivindiquen a ese primer hombre, a Adán. La historia ya lo ha reivindicado.  O a su descendencia con toda la violencia y el desdén dentro de cada uno de ellos. De cada uno de nosotros. Yo, de mi parte, tengo una debilidad por esa Eva de Belli. La que asume su rol de recibir el don que le ha sido acordado para la humanidad. Por la humanidad que aún no alcanza a abarcar. Que está por suceder, que está por sucederla con todo ese torrente de sentimientos y odios y violencias como aquella divina Mariposa de obsidiana, pero llena de vida y de aguas que le recuerdan lo que olvidó al nacer. Sin sucedáneos ni paliativos porque todavía todo está presente. Sumergida por mil sentimientos, ella termina igualmente asumiendo lo inexorable de la situación porque así había sido decidido. No sin impotencias y ruegos y sollozos. Ella, la Serpiente, la Serpiente emplumada, no, ella Eva, alimentada por su intuición de tierra y de raíces y de ancestros y de descendientes. No inmaculada. Con todas las huellas del pasado y del futuro encima. Pero a diferencia de Prometeo, no hay un castigo eterno justamente porque ya perdieron esa facultad o porque ya no podrían concebirlo o porque definitivamente puede adjudicarle otro sentido a ese castigo. Querer que ya no lo sea. Un Aleph a dos, pero que necesita de esa intuición, lo que falta en la sentencia de la serpiente: “La memoria del Paraíso nadará en su sangre y si logran comprender el juego de Elokim y no caer en las trampas que él mismo les tenderá, cerrarán los círculos del tiempo y reconocerán que el principio puede llegar a ser también el final. Para llegar allí nada tendrán sino la libertad y el conocimiento.” Que es pura intuición...